En sus 1.306 metros de vida la Gran Vía
regala al que la aborda tres personalidades bien diferenciadas. En su primer
tramo se ofrece con aires especialmente monumentales, en el segundo sale a
relucir todo su espíritu comercial mientras que al tercero siempre le ha
perseguido la etiqueta de ser el “Broadway
madrileño”. ¿Es justo tal nombramiento? Hace tiempo sin duda lo fue, pero
hoy en día queda poquito de aquello, de una época de apogeo donde la Gran Vía
era el espacio con más glamour y donosura del país.
Aunque este último fragmento de la
centenaria avenida se levantó entre 1926 y 1929, rápidamente la Gran Vía se
erigió como el epicentro cultural y de ocio de Madrid. La apertura de cines en Madrid en
sus aceras se sucedía a un ritmo vertiginoso y llegó a contar con la
impresionante cifra de 14 salas, a saber: Actualidades, Azul, Capitol, Gran
Vía, Avenida, Callao, Coliseum, Imperial, Lope de Vega, Palacio de la Música,
Palacio de la Prensa, Pompeya, Rex, y Rialto.
A mediados del siglo pasado la Gran Vía
experimentó su ‘belle epoqué’
particular. Eran muchas las estrellas de Hollywood que viajaban a Madrid para
asistir a la exhibición y estrenos de sus películas en un marco inigualable,
una nueva y pomposa avenida que vivía por y para el cine. Casi todos los planes
de ocio de madrileños y madrileñas aspiraban a terminar en una de sus múltiples
salas.
La competencia entre ellas era intensa
así que cada una se trataba de desmarcar del resto del modo que fuera. Por
ejemplo, en el Cine Actualidades, al precio de una peseta, era posible asistir
a la sesión continua que daba comienzo a las once de la mañana y cuya pantalla
se fundía a negro a las una y media de la madrugada. El aún hoy vivo Cine
Callao contaba con una novedosa sala en la terraza, actualmente en desuso, y
una espectacular sala de fiestas en el sótano. Por su parte, el Cine Capitol
contaba con un agradecido servicio de bar desde la misma butaca y llegó a
contar en su momento con la mayor pantalla magnoscópica de toda Europa.
La unión entre la Gran Vía y el séptimo
arte era fuerte y gozaba de una salud de hierro pero con la caída de los años
esta sinergia fue perdiendo aplomo. Quizás algo tan sencillo como que no
hubiese público para colmar tanta oferta, los cambios de hábitos de la gente, o
la llegada de la televisión a los hogares... Por el motivo que fuese, los
neones del ‘Broadway Madrileño’
comenzaron a apagarse y muchos de aquellos cines tuvieron que buscarse una
nueva forma de ganarse la vida.
Algunos como el Rialto o el Lope de Vega
decidieron abrir entonces como teatros, actividad que siguen desempeñando en la
actualidad con notable brillo, especialmente el segundo. Por él pasaron con
gran éxito los musicales de Jesucristo Superstar o Los Miserables y desde hace
meses tiene en cartel el altamente recomendable Rey León.
Pero éstos dos casos fueron algo aislado
ya que la mayoría de los cines, o mejor dicho sus locales, dejaron de estar
vinculados al mundo de la cultura, y por ejemplo, en donde antaño estuvo el
Cine Azul hoy encontramos una hamburguesería, lo mismo ocurre con el extinto
Cine Avenida cuyos patios de butacas y galerías ahora mismo son una enorme
tienda de ropa correspondiente a una multinacional sueca.
Aquella Gran Vía de los cines y sus estrenos de
alfombra roja se apagó no con poco dolor. Los más veteranos aún evocan con
cariño aquellos tiempos como los más gloriosos que ha vivido, y vivirá, esta
arteria de Madrid. Sus catorce salas de cine se fueron extinguiendo y hoy sólo
quedan tres auténticas supervivientes: Capitol, Callao y Palacio de la Prensa. Habrá
que ver hasta cuando aguantan
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